Estar desnudos, amor mío, es sinónimo de libertad!
Una milésima parte del paraíso me ha sido concedida
y este don, me convence de que la felicidad es esto:
¡Estar vivos, ser!
Asì, como vinimos hace ya tanto tiempo, uno frente al otro,
cobra la dimensión de lo infinito, de lo imperecedero;
ataviados de piel, guarnecidos los huesos, por el sutil tapiz,
los ojos luminosos, las venas palpitantes, demandando, pidiendo.
Nuestra mirada luce ese brillo especial, ante el descubrimiento.
Hipnotizados, uno, en la imagen del otro,adivinando,
acaso, un espacio de gloria, una fracción de cielo.
Sin máscaras.
Sin el ropaje que la vida nos dio, sin ningún ornamento, se renueva el deseo y la esperanza ambiciona
conjugar, juntos, el verbo ser, estar o amar.
Estar desnudos, por primera vez,
es ponerle palabras al silencio, es tibieza de nido,
recién abandonado,que se siente en la espalda,
en la curva sutil de la cintura;
un instante de gozo, una suerte de sueño.
Estar desnudos, tú y yo, frente a frente, se me antoja,
por así decirlo,una clave de sol, un bemol, un sostenido,
iniciando,caprichosamente, la melodía, que luego danzaremos.
Estar desnudos, amor mío, entrelazados, en el encantamiento,
es un ir y venir de seducción, hechizo y sortilegio.
Yo me rindo al prodigio, al embrujo, al enamoramiento.
Estar desnudos es, hallarse en las nubes observando el abismo
y morirnos de risa y sacarnos el miedo porque nos desnudamos por fuera y por dentro.
Estar desnudos, tú y yo, es un ayer, un hoy convertido en… eterno.
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